Infancia
Dulces recuerdos
Desde que tengo memoria, la casa de mi abuela materna en Bosa ha sido mi lugar favorito en el mundo entero. Cada fin de semana, sin falta, mi hermana y yo esperábamos con emoción el momento de visitarla. Desde el momento en que cruzábamos la puerta de su hogar, nos sumergíamos en un universo de amor, tradición y dulces aromas que aún puedo recordar con claridad.
Lo que más adorábamos de esos encuentros eran las tardes dedicadas a hornear Cupcakes con nuestra abuela. Ella tenía una receta secreta que guardaba celosamente en un viejo cuaderno de cocina, y que convertía la elaboración de Cupcakes en un auténtico ritual familiar. Nos dejaba participar en cada etapa del proceso, desde la meticulosa selección de ingredientes hasta el precioso momento de decorar los pastelitos.
Recuerdo vívidamente la sensación de emoción al entrar en la cocina y encontrar todos los ingredientes dispuestos sobre la mesa. El suave aroma a vainilla y chocolate inundaba el ambiente, invitándonos a sumergirnos en una aventura gastronómica única. Mientras mezclábamos la masa con entusiasmo, mi abuela compartía historias y anécdotas de su juventud, creando un ambiente cálido y acogedor que nos hacía sentir especiales.
Decorar los Cupcakes era, sin duda, mi parte favorita. Con montañas de crema batida, chispas de colores, chocolates y muchas gomitas, transformábamos simples pastelitos en auténticas obras maestras culinarias. Mi abuela siempre nos animaba a dar rienda suelta a nuestra creatividad, y cada uno de nuestros Cupcakes se convertía en una expresión única de nuestras personalidades y sueños infantiles.
A medida que crecíamos, nuestras visitas a la casa de mi abuela se volvieron menos frecuentes, pero el recuerdo de esas tardes de cocina sigue vivo en mi corazón. Aún hoy, cuando tengo la oportunidad de volver, nos reunimos en la cocina para revivir aquellos momentos mágicos. Porque más allá de los deliciosos cupcakes, lo que realmente atesoro son los recuerdos compartidos, las risas y el amor que siempre encontrábamos entre las paredes de la casa de mi abuela.