Pandemia

Viaje por la Bogotá silenciosa

En medio de la pandemia que había sumido a la ciudad en un silencio inusual, me vi obligada a abandonar mi hogar por motivos urgentes. Mientras recorría las calles de Bogotá, un sentimiento de extrañeza me invadía al contemplar la transformación que había experimentado la ciudad. La Bogotá bulliciosa y caótica que había sido mi hogar durante tantos años ahora parecía irreconocible.

Las calles, antes rebosantes de actividad y movimiento, ahora estaban sorprendentemente desiertas y tranquilas. Los buses, que solían estar repletos de pasajeros, circulaban casi vacíos, mientras que los atascos de tráfico que solían ser una constante se habían disipado por completo. Los andenes, una vez abarrotados de personas en su trajín diario, ahora estaban extrañamente desprovistos de vida.

Incluso los lugares icónicos de la ciudad, como la Plaza de Bolívar, que solían ser el epicentro de la actividad y el activismo ciudadano, ahora se encontraban en un silencio sepulcral, sin la habitual presencia de turistas asombrados o manifestantes luchando por sus derechos.

En medio de ese paisaje desolador, me detuve a reflexionar. Fue entonces cuando me di cuenta de algo fundamental: lo que realmente hace que Bogotá sea Bogotá son las millones de personas que llenan sus calles todos los días. Son esas personas las que le dan vida a la ciudad, con su energía, su diversidad y su constante actividad. Aunque a veces pueda parecer caótica y ruidosa, es esa misma vitalidad la que hace que Bogotá sea única y especial.

A medida que avanzaba por las calles silenciosas de la ciudad, me invadió un profundo sentimiento de aprecio por todo lo que hacía de Bogotá mi hogar. A pesar de la quietud impuesta por la pandemia, sabía que la ciudad seguía latiendo con fuerza, lista para volver a cobrar vida en cuanto las circunstancias lo permitieran.

Y en ese momento, me sentí profundamente agradecida por tener la oportunidad de ser parte de esta ciudad vibrante y llena de vida, y por todas las personas que la hacen tan especial con su presencia y su energía.

© 2024 Bogotá y sus historias - Gabriela Galindo Posada
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