Entrevista
Memorias del Bogotazo
Hace unos días, tuve la oportunidad de sentarme con mi abuela materna, Luz Amparo Villafañe, una mujer de 72 años nacida en Ibagué. Se mudó a Bogotá hace aproximadamente 10 años para estar mas cerca de su hija (Mi mamá) y sus nietas (Mi hermana y yo), y desde entonces ha compartido conmigo sus vivencias y recuerdos, entre ellos, uno de los capítulos más oscuros de la historia de Colombia: el Bogotazo.
Mi abuela recuerda vagamente lo sucedido en Bogotá durante aquellos días tumultuosos, pero lo poco que sabe lo ha aprendido a través de historias transmitidas de generación en generación. Ella me cuenta que el único detalle que recuerda del Bogotazo en la capital es que un hombre fue arrastrado vivo por las calles de Bogotá, pensando que era el asesino de Gaitán, cuando en realidad era simplemente un transeúnte asustado que corría por las calles y que el verdadero responsable había sido la CIA.
Ella dice que siempre se habla del Bogotazo como si solo hubiera pasado en Bogotá, pero la realidad es que se extendió por toda Colombia. Una historia que me impactó mucho fue la que le contó mi tatarabuela a mi abuela. Era común que por esa época en El Billar, "La Chusma" (Grupo de asesinos) pasara finca por finca para preguntarle a los propietarios: ¿Usted es Liberal o Conservador?, y dependiendo de su respuesta decidían si mataban o no a la persona y su familia. Una noche este grupo llegó a la hacienda de mi tatarabuela, tocaron la puerta y le preguntaron: Señora, ¿usted es Liberal o Conservador? Mi abuela les dijo que ella era analfabeta y que no sabía de política, además les contó que hacía muy poco había enviudado por lo que solo se había concentrado en trabajar duro y que no sabía del conflicto por el que pasaba el pueblo (Ella no sabía que esta situación la estaba atravesando todo el país). Después de escucharla estas personas le dieron un ultimátum: "Si usted está en esta hacienda cuando nosotros regresemos a las 5am no vamos a responder por su vida, ni por la de sus hijas, así que, o se larga o la matamos", mi Tatarabuela muy asustada cerró la puerta, metió la ropa de la familia en un costal, mató los cerdos que le quedaban y los metió en costales, para luego subirlos a los caballos e irse con sus hijas a algún lugar seguro.
Mi abuela me contaba que durante el camino los caballos se asustaban mucho y no avanzaban, por lo que mi tatarabuela debía bajarse y revisar que era lo que pasaba, ella le contaba a mi abuela que por toda la carretera había cuerpos de hombres, mujeres e incluso bebés muertos y que ella debía cogerlos de las manos o los pies y arrastrarlos fuera de la calle para que sus caballos pudieran pasar tranquilamente. Luego de una noche horrible lograron llegar a Cartago donde pudo vender la carne que había empacado y con eso pudo alquilar una piecita donde pasaron largos meses.
Pero no solo fue mi tatarabuela la que tuvo que huir y dejar su apreciada hacienda. Mi abuela me contaba que una vecina de su abuela le había pasado algo mucho peor. Era muy temprano en la mañana cuando llegó "La Chusma" a su hogar, ella acababa de parir gemelos pocos minutos atrás y su marido le dijo: "Tienes que irte porque o sino nos van a matar a los 4", ella muy obediente cogió a sus bebés, los envolvió en tela y ella se colocó una almohada en sus interiores, pues tenía sangrado debido al parto, bajó rápidamente de la montaña donde se encontraba y al pasar el río escuchó un disparo, ella supo de inmediato que habían matado al amor de su vida, cuando quiso abrazar a sus dos bebés en forma de consuelo se dio cuenta que solo tenía uno y que el otro se le había resbalado cruzando el río. Ella no pudo devolverse pues la estaban buscando para matarla, por lo que cargó con el peso y el dolor de no poder ayudar a su pequeño hijo. Años mas tarde esta vecina se reunió con mi tatarabuela donde intercambiaron anécdotas de aquellos tormentosos días.
Este relato nos sumerge en una parte oscura y dolorosa de la historia colombiana, pero también destaca la resiliencia y valentía de quienes enfrentaron aquellos tiempos turbulentos. Las experiencias compartidas por mi abuela materna nos recuerdan la importancia de preservar la memoria histórica y aprender de las lecciones del pasado para construir un futuro mejor.
Para finalizar nuestra conversación, le pregunté a mi abuela sobre su lugar favorito en Bogotá, y con una sonrisa en el rostro, recordó su primera visita a Monserrate. Le encantó la abundancia de la vegetación que rodeaba el lugar y le pareció fascinante el funicular, el medio de transporte que la llevó hasta la cima de la montaña pues en Cali no había visto nada parecido.